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sábado, 31 de marzo de 2018

Un Testamento en la Servilleta de Papel de un Bar (2).

Le había visto miles de veces por la tele, y una docena y pico en directo (aunque nunca muy de cerca, que jamás tuvo ni la paciencia ni el dinero para estar al pie del escenario) y sabía de sobra que el tío era tirando a más bien feo, pero no esperaba que fuera tan espantoso. Igual la muerte tenía algo que ver. Sí, todos los finados se quedan hechos un asquito. En realidad, eso era lo que a él le daba trabajo.

Pero incluso le llamó más la atención lo del traje. Era la primera vez que le veía tan formal. De hecho, le costaba creer que un tipo como aquel tuviera en su armario algo que no fueran dos camisetas viejas, una camisa de mercadillo y un par de vaqueros raídos. Puede que también algún que otro calzoncillo y una pareja de calcetines (mejor no pensar en qué estado).

Inspeccionó el tejido de la chaqueta con la mano. Eso estaba nuevecito, con toda la pinta de que fuera la primera puesta. No pudo evitar sonreír. ¡La cara que iba a poner la gente cuando le viera así! Sin duda, era la última -o penúltima- broma del bufón de las barras del arrabal y los bancos del parque (como él mismo se había definido).

-Genio y figura hasta la sepultura, nunca mejor dicho. Lo fui a comprar con él cuando la cosa se empezó a poner fea de verdad, y lo tenía guardado para estrenar este día.

El tanatopractor se giró, no sin una pizquita de alarma. Cuando algún famoso era el cliente de turno, había que estar atento para proteger su intimidad en un momento tan delicado de periodistas, curiosos y gente morbosa en general.

-Perdón, pero aquí no se puede estar.

-Tranquilo, hombre, que soy de la casa. Deja que me presente: "Ferco" Díaz, representante, amigo y confidente del finado.

El tanatopractor estrechó la mano del recién llegado con la duda tatuada en el ceño.

-¡Joder!, ¿no me crees? Mira, coño -protesto Díaz, al tiempo que sacaba su teléfono móvil para mostrar múltiples pruebas fotográficas de que decía la verdad.

-Bueno, bueno, pero le agradecería que se fuera, que este trabajo precisa de silencio y mucha concentración.

-¡Joder!, no te pongas así. Hago una cosilla que tengo que hacer y ya me voy.

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