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sábado, 17 de marzo de 2018

El Hombre que le Empató a la Muerte (y 7).

Había llegado a ser el número siete, pero en el momento de su muerte se tenía que conformar con el puesto número doce en la lista de las personas más ricas del mundo. En realidad, le daba igual ser el doce o el doscientos. Había averiguado hacía mucho tiempo que el dinero no da la felicidad de que las personas no se vayan de tu vida. Como mucho, permite comprar prórrogas, pero al final la Parca siempre llama al timbre. Por eso había decidido que él no le daría la satisfacción de que se lo llevara entre un mar de lágrimas.

Se había encerrado en sí mismo, había renunciado voluntariamente a las relaciones humanas más allá de los puramente comercial. Había decidido vivir en soledad para poder morir solo y en paz. Por eso, cuando el final fue inexorable, se había alejado definitivamente de todo y de todos, para ir a morir a una ciudad discreta y lejana donde él sería un completo desconocido.

"José Fierro Díez, uno de los hombres más ricos, discretos y misteriosos del mundo, ha fallecido hoy a la edad de 93 años, según confirman desde el departamento de prensa de su imperio empresarial. No tenía hijos ni familiares directos, y toda su fortuna ha sido donada a diversas causas benéficas".

El hombre de negro y caro cerró el periódico. Correcto. Una breve noticia era lo que el señor Fierro había deseado y lo que había tenido. El propio hombre de negro y caro se había encargado de enviar la nota de prensa a los medios. También había gestionado las donaciones. Ese dinero haría mucho bien.

Al día siguiente, el hombre de negro y caro fue a visitar el cementerio. Llevaba unas flores en la mano. Aquello no era parte del contrato, lo hacía gratis, como un bonus de cortesía. De camino al columbario, se percató de que realmente lo estaba haciendo porque quería, porque sentía la necesidad de hacerlo. Porque con todo aquello, y con todo el dinero que había donado a causas justas, le había cogido cariño al señor Fierro.

De inmediato giró sobre sus talones y, tras tirar las flores en la primera papelera que vio, se volvió por donde había venido. La última voluntad del señor Fierro era que nadie le llorara en su tumba y era responsabilidad del hombre de negro y caro que se respetara hasta el final.

Era la única manera de que su cumpliera su máximo deseo de empatarle a la muerte.  

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