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domingo, 31 de diciembre de 2017

Valor sin Valor (12).

Llevaban allí ya un par de días. Sin salir. En condiciones normales, Johanna estaría harta, pero tan solo estaba muerta de miedo. El tipo aquel se pasaba todo el rato dando vueltas a esa caja de zapatos que tenía por nuevo hogar. Absorto.

-¿Alguna idea ya? -preguntó ella, como había cogido por costumbre hacer cada tres horas.

-¡Te he dicho que no es sencillo, en cuanto tenga algo, te lo haré saber!

-Nos estamos quedando sin comida.

-Hay más.

-¿Dónde?

-Escondida.

-¿De quién?

-De ti. Y ahora, déjame pensar si quieres que termine de trazar un plan.

-O sea, que ya tienes algo.

-Tengo mil cosas. Pero no terminan de casar.

-Da igual. Comer esta porquería enlatada, tener que hacer mis necesidades en un agujero en la tierra detrás de una cortina. Creo que prefiero morir a vivir así...

-¡Ahí tienes la puerta, señorita periodista aventurera!

-Vale, vale, supongo que los frutos secos rancios son mejores que dos tiros en la cabeza.

-Tú piensa en tu admirada Magnolia cuando los comas.

-Ja, ja, muy gracioso. No mucha gente conoce el dato. De hecho, pensaba meterlo en el libro. Es una estúpida anécdota, pero había que rellenar hueco como fuera.

-¿Qué dato?

-¡Magnolia Glenn era alérgica a los frutos secos!

-¿En serio?

-¿Eso también la hace odioso a tus ojos?

-No, eso la hace gilipollas. Cuando entramos a registrar la casa había un montón de nueces y cáscaras sobre la mesa de la cocina. Me acuerdo porque me llevé un buen puñado y me hice polvo este dedo intentando cascarlas con la culata de mi pistola reglamentaria.

-¡Qué raro!

-Mucho. ¿Quién va de visita a casa de una persona y lleva algo que ella no puede comer? A menos que no fuera una visita.

-Magnolia Glenn vivía sola cuando se produjo el incidente, y tampoco mencionó haber recibido a nadie aquella mañana cuando hizo el relato detallado de su historia.

-Pues aquí hay algo que no cuadra, señorita periodista.

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