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domingo, 12 de noviembre de 2017

Valor sin Valor (5).

No hace fatal ser muy listo para darse cuenta de que algo es una porquería, tan sólo algo sincero con uno mismo.

Y es que aquellas entrevistas eran todas más de lo mismo. "Magnolia Glenn fue maravillosa", "Magnolia Glenn es fantástica". Nadie iba a comprar una nueva edición de un libro cuya única diferencia con la anterior eran tres fotos y un montón de información repetitiva y nada interesante. De hecho, presentarlo ya le parecía a Johanna una auténtica estafa y una tomadura de pelo. Aquello de las entrevistas no funcionaba. Quizás el engolado de Gangó no fuera tan bueno después de todo.

Entonces, en contra de todo -de su corazón, de sus principios, del sentido común, del instinto de supervivencia-, Johanna decidió lanzarse a la piscina (seguramente, llena de mierda y no de agua), siguiendo a su olfato de periodista.

El libro incluiría la versión de la única persona relevante en todo el país que odiaba a Magnolia Glenn, lo reconocía y no se avergonzaba de ello. Por otro lado, también había sido la única persona que se había negado a hablar para "Carne de Libertad".

Estaba loca, lo sabía, seguramente ni le concedería la entrevista, quizás ni tan siquiera pudiera contactar con él.

Pero, para su sorpresa, venía en la guía telefónica. Marcó, mientras se susurraba a sí misma que estaba fatal de la cabeza.

-¿Dígame? -era una voz previsiblemente aspera, severa y antipática.

-¿Comisario Kewabó?

-Comisario retirado, querrá usted decir. Retirado por ser fiel a mis principios y a este país.

-Perdone que le moleste. Me llamó Johanna Smitt y soy periodista.

-¿Periodista?

-Me gustaría entrevistarle. Que me diera su punto de vista sobre el asunto Magnolia Glenn.

-¿No sabe usted lo que pienso de esa tiparraca? ¿De qué planeta viene usted, periodista?

-No, no, lo que quiero es su versión de los hechos.

-¿En serio quiere perder su tiempo en eso? ¡Nadie lo publicará!

-Yo le garantizo que sí.

-¿En serio...? Hum....Está bien, ¿cuándo y dónde podemos vernos?

Johanna no podía creer lo que estaba oyendo. Debía de ser su día de suerte. O quizás no.

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