De la vocación a la equivocación y viceversa.

Sólo hay cinco vocaciones puras: médico, maestro, militar, cura y artista.

Aunque esto no significa que no haya mucha gente se mete a estas profesiones sólo por el dinero. Pero les va mal oscuro. Se hunden pronto y lo acaban dejando.

Aunque esto no significa que sea fácil para los que sienten la vocación, pues para ellos no es tan sencillo dejarlo.

Todos comienzan sus carreras creyendo que ellos serán diferentes y mejores. Hasta que la realidad les tira a la cara los fracasos. Uno tras otro, y de un tamaño que la inexperiencia ha deformado y hecho mucho más grandes de lo que realmente son.

Pronto les dará por pensar que, quizás, aquello no era lo suyo. "Registrador de la propiedad, eso sí que es una profesión en condiciones". Pero claro, ya es demasiado tarde para darle un giro tan brusco a la vagoneta.

Menos mal que la bendita vocación sale presta al paso del bajón y conjura con su hechizo de ilusiones al puñetero perro negro.

Y es que la vocación, como una forma más de amor, cambia y evoluciona. La pasión va, poco a poco, fermentando en costumbre y cariño. Un proceso que le da un aspecto más frágil, pero un corazón todavía más fuerte.

¿Qué hace volver a un torero a la plaza cogida tras cogida? Cuando, en la película "Candilejas", alguien le recuerda al payaso Calvero que había afirmado odiar el teatro, él replica sentencioso: "También odio ver la sangre, pero me corre por las venas". ¡Condenado Chaplin! ¡Ya lo ha vuelto a explicar mejor que yo!

"Música a cuento de..." Inevitablemente, "Candilejas", como evocación y homenaje a los que, tras muchísimos años de dedicación profesional, ni se han traicionado a sí mismos ni a los que cuentan con ellos. (Ya sabe, pulse al Play a la derecha de la pantalla).