Buscar en Mundo Jackson

martes, 25 de julio de 2017

La Receta del Diablo (3).

-¿Dios? No me suena... Ah, sí, espere...¿No se llamaba sí aquel tipo al que conocí en un timba de póquer en Encino, Texas?

No es que el padre Lafferty hubiera perdido la fe -ni mucho menos-, es que él era así o -mejor dicho- la vida y la guerra le habían vuelto de aquel modo.

El joven párroco de un pueblecito de Illinois se había alistado al poco de empezar la guerra anterior, impulsado por una mutación espiritual del mismo sentimiento patriótico que había empujado a tantos muchachos al ejército. Si la gente iba a sufrir, el sitio de un sacerdote estaba con ellos.

La guerra cambió al padre Lafferty, como a todo el mundo, pero de un modo también más espiritual que psicológico. De vuelta a su parroquia, los pequeños problemas paletos y domésticos de sus feligreses por los que antes tan entusiásticamente había rezado le parecían ahora nimiedades por la que resultaba casi obsceno molestar a Dios, que seguro que tenía guerras, epidemias y hambrunas de las que ocuparse.

Viendo que no lograba adaptarse a volver la vida civil, hizo como tantos se reenganchó al ejército, y para cuando llegó la siguiente gran guerra ya era comandante.

Para cuando terminó, era un coronel al que nada le quedaba por ver sobre la superficie de la tierra, y tampoco nada de lo que asustarse.

Por eso, cuando hizo falta alguien para dar compañía y consejo espiritual a los criminales de guerra antes de pasar por la soga, él aceptó el puesto sin pestañear.

A pocas horas de la primera ejecución, Lafferty preparaba todo para que el reo comulgara.

-No sé moleste, padre -le indicó uno de los soldados que custodiaban al condenado día y noche.

-Leí en su biografía que el tipo está bautizado.

-Sí, pero renegó de Dios hace mucho tiempo. Por mucho que usted se empeñe, no creo que...

-Mira, hijo, si yo me empeño, puedo lograr hasta que novia me coma los huevos.

 Así era el padre Lafferty en estado puro.  

No hay comentarios: