-¿Ves cómo al final ha habido que traer al chaval a urgencias?
-¡Bah, esta generación, que son unos blanditos!
-Y lo de que se fue de botellón con los amigos y ha llegado a casa así no ha colado, macho. ¡Que los críos tan pequeños no beben todavía!
-Esta gente está acostumbrada a que les mientan. Para ellos es algo normal: curan y punto. O, en este caso, le sacan del coma y punto.
-¿Coma?
-Sí, coma etílico de libro.
-¡Si me dijiste que era un desmayo!
-Coma, desmayo...para el caso es lo mismo, y a ti es mejor no asustarte, que eres un histérico.
-¡Joder, que tengo a mi hijo en coma!
-Ves, te lo dije: eres un exagerado.
-¡Que tienes a tu sobrino en coma, hijo de la gran puta!
-¡Oye, sin insultar, que somos familia!
-Pero, ¿cómo le hemos dejado beber tanto?
-Tranquilo, que el chaval saldrá de esta.
-¡Joder, joder, joder...!
La noticia de que Lolín estaba en urgencias corrió como la pólvora por los móviles de la familia Roquetas, con las lógicas consecuencias: sorpresa, alarma, ansiedad...
Menos el tío Isiodoro. Éste se limitó a sacar su cuadernito y subrayar la apuesta que había registrado hacía tan sólo unas horas en el tanatorio: el próximo en caer: Lolín.
Así eran los Roquetas en estado puro.
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