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domingo, 15 de enero de 2017

Me llaman Llaverito (o La ceremonia de la hipocresía) (3).

Se llama Vicente, pero estaba prohidísimo llamarle así. Vicente era Artstico, y punto. Impronunciable, por supuesto, pero la cosa era capricho del nene. A Vicente -perdón, Artstico- le había dado por ser pintor y, claro está, un dios de las artes plásticas no es nadie sin un nombre acorde. Alguien le habló de una peli llamada Stico, en la que un hombre se esclavizaba voluntariamente, y a nuestro genio se le ilumino la bombilla: "Art-stico", el esclavo del arte (con su puntito inglés y todo).

Artstico tenía 27 años, y la carrera de Bellas Artes abandonada a mitad de camino. Según él, porque aquella gente tan mediocre no tenía nada que enseñarle y no le aprobaban por una mezcla de envidia e inconprensión hacia su talento. Desde entonces, llevaba los seis últimos años recorriendo el mundo en busca de aventura e inspiración. "Si no viajas, no vives; si no vives, te mueres", era el lema que él mismo se había inventado. Como se ve, también era un mago de las palabras. El fruto de tal periplo había sido un buen puñado de bocetos que ofrecía en los mercadillos con el fin de patrocinarse la subsistencia en espera de empezar a pintar en serio. Muy romántico, aunque lo que de verdad le mantenía a flote eran los giros postales que llegaban regularmente desde casa, porque obras vendía más bien pocos (la gente, que era así de ignorante).

-¡Coño, Vicentín, te hacía por las Americas!

Don Julián conocía bien al chaval por la relación de amistad que le unía con su abuelo.

-Llegué hace un par de días. La he recorrido de cabo a rabo, la he conocido de verdad, no como todos esos turistas. Me hice uno con la verdadera América y ahora ella es madre de mi arte.

-¡Joder, qué interesante! ¡Tú si que eres un viajero de verdad, un espíritu libre, un alma creativa! Siempre que veo a tu abuelo se lo digo.

Vicente, o sea, Artstico, se marchó a seguir salundo, con el ego satisfecho con tanta alabanza.

-¡Dice que ha conocido la verdadera América, el gilipollas! Si fuera cierto, no seguiría vivo. ¡Menudo pringado, y menudo castigo que le ha caído a la familia! Porque este cantamañanas es un pozo sin fondo de gastar, gastar y gastar. En fin, ya se sabe, a todo hombre rico le sale un vago artista. igual que a todo coronel le sale un hijo maricón. ¿Tú sabías eso, Llaverito?

-No, don Julián.

-Pues tres casos conozco yo.

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