Verano
-¿Dirías que la tuya está siendo una vida feliz?
-Oh, sí, mucho. Tenía dinero, todo el dinero del mundo.
-Dicen que el dinero no da la felicidad.
-En efecto, pero lo que no puede comprar lo alquila.
-¿Me hablas de amor?
-Exacto. De amor de alquiler. Es un sucedáneo muy pobre, pero alivia los nervios.
-Entiendo.
-Y por eso no le daré más detalles.
-Entonces, si tu vida es feliz, ¿por qué abandonarla sin luchar?
-Porque me he cansando de la felicidad.
-¡No sabía que uno se pudiera hartar de eso!
-Cuando tenga mi edad, se dará cuenta de que en esta vida de todo se cansa uno, como los niños de los juguetes, por muy bonitos que sean.
-Estoy de acuerdo contigo, la vida es un juguete. Nuestro juguete.
-Y como tal, cuanto más sencillo, mejor. Pero nosotros nos empeñamos en hacerla más y más complicada, más y más difícil. ¡Cuando los juguetes más divertidos son los que no llevan pilas! Yo tarde mucho en darme cuenta, después de haberme gastado una millonada en juguetes carísimos...
-Lo dicho, eres un filósofo.
-Sí, aprenda de los niños pequeños, que desprecian al caro muñeco electrónico y se ponen a jugar con la caja.
-¿Es ese el secreto de la felicidad?
-Puede.
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