-Mire, señorita, ya sé que le pagan por esto, y por tanto es su sagrada obligación, pero lo mejor es que nos ahorremos esta comedia, que yo le garantizo que le van a pagar igual.
-Yo soy una profesional íntegra, cobrar por no hacer nada sería para mí robar.
Se suponía que su misión era ayudar a aquel viejo a bien morir, pero un amigo le había hecho chantaje emocional para que intentara convencer al fulano de que aceptara operarse para -muy posiblemente y con suerte- palmar del corazón sobre la mesa de operaciones, pero aquello no tenía nada que ver. Ella seguía teniendo su ética.
-Le repito, señorita, que estas sesiones no tienen sentido. No me hace falta ayuda para prepararme para nada, ya lo estoy de sobra.
-¿Y no le apetece charlar un rato al menos?
-No soy buen conversador, ni ameno, la aburriría.
-No estoy aquí para divertirme, sino para ayudarle, le recuerdo que me pagan por esto.
-¿Quiere aburrirse, pues?
-¿Tiene algo mejor que hacer?
Lo sabía, en el fondo, muy en el fondo, aquel carcamal sin más amigos que su dinero y su enfermedad estaba deseando contarle su vida a alguien, que eso todos los viejos son iguales.
-¿Qué quiere saber?
-Hábleme de usted.
-Entonces, trátame de tú, ya que va a saber tanto sobre mí. Y que conste que acepto esto por fastidiarle, y porque usted misma se lo ha buscado.
-Por supuesto. Le...Te escucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario