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sábado, 12 de noviembre de 2016

Las cuatro estaciones de don Epifanio García (4).

-Mire, señorita, ya sé que le pagan por esto, y por tanto es su sagrada obligación, pero lo mejor es que nos ahorremos esta comedia, que yo le garantizo que le van a pagar igual.

-Yo soy una profesional íntegra, cobrar por no hacer nada sería para mí robar.

Se suponía que su misión era ayudar a aquel viejo a bien morir, pero un amigo le había hecho chantaje emocional para que intentara convencer al fulano de que aceptara operarse para -muy posiblemente y con suerte- palmar del corazón sobre la mesa de operaciones, pero aquello no tenía nada que ver. Ella seguía teniendo su ética.

-Le repito, señorita, que estas sesiones no tienen sentido. No me hace falta ayuda para prepararme para nada, ya lo estoy de sobra.

-¿Y no le apetece charlar un rato al menos?

-No soy buen conversador, ni ameno, la aburriría.

-No estoy aquí para divertirme, sino para ayudarle, le recuerdo que me pagan por esto.

-¿Quiere aburrirse, pues?

-¿Tiene algo mejor que hacer?

Lo sabía, en el fondo, muy en el fondo, aquel carcamal sin más amigos que su dinero y su enfermedad estaba deseando contarle su vida a alguien, que eso todos los viejos son iguales.

-¿Qué quiere saber?

-Hábleme de usted.

-Entonces, trátame de tú, ya que va a saber tanto sobre mí. Y que conste que acepto esto por fastidiarle, y porque usted misma se lo ha buscado.

-Por supuesto. Le...Te escucho.

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