Primavera
-Empezaré por el principio, señorita.
-Parece un buen sitio.
-Fui un niño feliz, o eso me creía yo. Tenía de todo lo que se puede comprar con dinero, pero...
-Háblame de tus padres.
-No, no vaya por ahí. Mis padres me quisieron mucho, casi tanto como mis abuelos.
-Entonces, ¿por qué crees que te creías feliz? ¿No tenías amigos?
-Nunca me resultó fácil relacionarme con los demas para hacer amigos.
-Eras un niño solitario entonces.
-Sí, sí, este hombre solitario es el nieto de un niño solitario y el hijo de un joven solitario.
-¿Y cómo te sentías?
-Mal a ratos, pero era un sentimiento tan desagradable como seguro. No era muy feliz, pero me sentía calentito.
-Te daba miedo salir de la zona de confort.
-¿La qué?
-La zona de confort. Tú mismo lo has definido: el sitio donde nos sentimos cómoda y felizmente infelices.
-Sí, eso era.
-¿Y nunca pensaste en pedir ayuda?
-¿Qué clase de psicóloga es usted? ¡No sabe que la gente como yo nunca pide ayuda!
-Tu adolescencia debió de ser muy dura, me temo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario