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martes, 8 de noviembre de 2016

Las cuatro estaciones de don Epifanio García (3).

Dios aprieta pero no ahoga cuando escribe recto con renglones torcidos.

A don Epifanio le habían asignado una psicóloga de apoyo para lo suyo, no porque él la quisiera -y muchos menos porque le hiciera falta-, pero los protocolos son los protocolos y están para cumplirse aunque no valgan para nada.

Y la psicóloga era Ella.

Como dicen los cursis, "tenían una café pendiente desde hacía mucho tiempo", aunque ninguno de los tomara nunca café. En cualquier caso, quedaron en una cafetería. Ellos eran así.

-Tú dirás, Javi.

-Nada que me apetecía verte y charlar un rato de cómo te van las cosas.

-No me jodas, Pocito, que te conozco mejor tu madre.

-Casi.

-Bueno, casi.

Los no pudieron esbozar una sonrisa. Lo de "el casi" era un chistecito privado nacido y crecido en otra época de sus vidas. Otra época muy lejana (década y media en el calendario, un siglo en sus mentes, una glaciación entera en sus corazones) muy diferente.

-A ver, qué quieres.

-Es sobre un paciente.

-¡No me digas que quieres meter en tus líos mafiosos!

-Para mí es muy importante...

-¿Tú has oído hablar de la ética profesional?

-Casi.

Otra vez aquello, otra vez la sonrisa refleja y dolorosa.

-¡Joder, Javito Pocito!

Hacía una glaciación que no le llamaba así. Más nostalgia, más dolor. Ella le había arruinado la vida, o casi, pero ahora con un poco de suerte, quizás la que le faltó entonces, a Javito Pocito le iba a solucionar un problema muy gordo.

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