-¡Tía, que me asfixio!
En efecto, el aire dentro de
tanta toalla sucia y similar se volvía irrespirable a los pocos
minutos.
-¡Eso han sido los pedos que
se está tirando la Calcu!
Nueva risotadita. Estaban
muertas de miedo y nervios, pero se lo estaban pasando pipa.
-No creo que tarde en salir.
-Si está cagando, mi padre se
puede pasar media hora o más.
-Tendrá que darse prisa, que
queda nada de recreo.
-Llevas razón.
De sopetón, desde el sector de
inodoro empezaron a llegar otros sonidos, también de lo más
inquietante: “¡Inútil, este tío es inútil! ¡Mil veces que lo
explique, ninguna que lo entiende! ¡Será muy bueno para el fútbol,
pero de cerebro, poco tirando a nada!”
-¿De quién hablará?
-Será del Big Ben, supongo.
-¿El Big Ben juega bien al
fútbol?
-No tiene mucha pinta, la
verdad.
Más lamentos indignados:
“¡Pero es que ni la fórmula más sencilla sabe éste! Pues nada,
cerito al canto”
-Yo creo que está corrigiendo,
tía.
-¿Cómo va a estar corrigiendo
si esta...eso, que está cagando?
-Ni idea, tía, pero tiene toda
la pinta.
-Jo, esta Calcu está peor de
la cabeza de lo que pensaba.
Sonaron la cadena, el primer
portazo, el chorro del agua del grifo y el segundo portazo de rigor.
-Yo creo que ya se ha ido, tía.
-Salgamos.
-¡Menos mal que no se le ha
ocurrido tirarnos la toalla encima después de lavarse las manos!
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