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sábado, 3 de octubre de 2015

Recta de Gol (6).

Lumbrero se asomó a la ventana del palco privado para contemplar el panorama y cruzó los brazos satisfecho. No cabía un alfirer en aquel hipódromo. Hacía muchísimos años que no se registraba una entrada parecida (o, seguramente, jamás la había habido).

García Jardiz le iba a tener que hacer un monumento (o, en su defecto, subirle el sueldo).

Sonó su teléfono móvil: la policía de tráfico le comunicaba que los accesos al hipódromo estaban totalmente colapsados y había que tomar medidas.

Lo dicho.

En efecto, de repente los caballos se habían vuelto obsesivo objeto de la atención de público y medios de comunicación, y todo el mundo era aficionado, amante e incluso experto entendido.

Todo un gran camelo -obviamente, como lo son siempre las modas. Aquello no tenía nada que ver con los caballos, sino con el fútbol, o, más en concreto, con la rivalidad entre aquellos dos futbolistas (y su segura presencia para contemplar la carrera). "La Pintura" y "Doble K" se iban a medir en la pista y estaba en juego muchísimo más que un simple trofeo hípico. Lo verdaderamente importatne era darle en las narices al adversario balompédico. ¡Si hasta había muchos aficionados que habían accedido al recinto con banderas de fútbol!

Aunque, si se analizaba friamente y con detenimiento, la raíz de todo aquello tampoco estaba plantada en el campo de juego. El verdadero origen era la inquina entre dos ciudades, y cualquier cauce para expresarla era bueno. Encuentre una manera de que podamos odiarnos y se hará usted de oro.

Lumbrero sabía perfectamente que a toda esa gente la importaban un comino los caballos. Pero habían pasado por taquilla, y de eso se trataba su negocio. Con suerte, no sería la última vez.

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