El doctor puso su mejor cara de concentración para escuchar atentamente a su estetoscopio. Tras unos segundos, giró el rostro con cara de preocupación decepcionada y negó con la cabeza.
Aquel sujeto seguía vivo.
A un lado del cristal, la sensación de nerviosismo con sudor frío rozando el pánico iba en aumento. Al otro lado, los testigos resoplaron molestos. En especial, el más ilustre de ellos.
El señor gobernador miró descaradamente a su reloj y negó irritado con la cabeza.
-¿No se le puede pegar un tiro y ya está? Así deja de sufrir él y nosotros. ¡Que llevamos ya veinte minutos y no hay manera!
El alcaide adjunto negó con cierto apuro.
-Imposible, señor gobernador, hay que seguir el proceso legal según está recorrido en la sentencia.
-¡Pues dense prisa, que tengo que estar dentro de una hora en la otra punta de la ciudad para inaugurar el curso escolar en una escuela infantil!
-Se puede usted marchar si así lo desea.
El señor gobernador rió molesto.
-¿Sabe usted qué pasaría si me largo ahora? ¡Que ese buitre de Connors diría que no pude soportar ver una ejecución y salí corriendo porque soy un blando y un nenaza! ¿Sabes cuántos votos me costaría eso? ¡Por eso he venido a ver cómo despachan a ese tío, para que mis votantes recuerden que soy un tío macho, duro e implacable contra la delincuencia!
-Si quiere, podemos avisar a ese colegio de que llegará usted más tarde.
-Quizás sea lo mejor, así los niños tendrán tiempo extra para repasar las preguntas que espontáneamente me van a hacer.
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