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sábado, 22 de agosto de 2015

Odio Semiesquina a la Locura (8).


Por resumir, se armó gorda, bien gorda, gordísima.

37 muertos y 102 heridos. Suficiente como para ser considerado como una masacre en condiciones. Dentro de la frontera pequeña, indignación, rabia e ira generalizadas; dentro de la gran frontera, espanto, rechazo y repulsa. Y fuera, incredulidad y asco.

Salvo, claro está, un puñado de hombres y mujeres que justificaban, quizás comprendían o incluso aprobaban (puede hasta que con entusiasmo) todo aquello. "Hombre, no digo yo que esté bien matar a nadie, pero ellos se lo buscaron..."

Lo que estaba claro es que aquello iba a estallar de veras. Y el rey era tonto, pero no tanto.

"Ese es mi problema, de toda la vida, que hago las cosas según me apetece y no pienso en las consecuencias", decía mientras despegaba al exilio con todo aquello de valor que le cabía en el avión. Todos los analistas coincidían en que ningún estado lo aceptaría como refugiado de oro. Pero, como buenos expertos, se equivocaban rotundamente: en aquella remota península habían sido muy buenos amigos del abuelo del regio sujeto, y por esas tierras las lealtades son hereditarias y los favores no se olvidan. De hecho, el avión en el que escapaba se lo habían enviado desde allí, incluyendo un nuevo pasaporte con una nueva nacionalidad (por si las moscas).

"¡Joder, no sé si nos va a tocar aprender a hablar en moro, macho!"

Tejares se limitó a sonreír. ¿Sería cierto eso de que en su nueva patria tenían aquello de la poligamia? Pronto lo sabría. (Aunque, después de todo, el nunca había sido partidario del matrimonio.

El país, por su parte, se quedaba como cabía prever: el presidente pidiendo calma y gran parte de la población intentando mantenerla, salvo un puñado de hombres de armas de ambos bandos que iniciaban su propia guerra particular. El presidente ordenó a sus tropas díscolas que abandonaran la lucha, y ellas en respuesta -bajo el liderazgo del líder carismático y "con sangre en las venas y lo que hay que tener" de turno le dan un golpe de estado. El presidente pide ayuda a los leales, y los leales cumplen con su deber.

Mientras, otros territorios del norte también deciden proclamar su independencia, al tiempo que en la capital se convoca una multitudinaria manifestación para proclamar la III República.

País (o países).

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