-¿Perdón?
-Lo que le acabo de decir, padre, que qué hay que hacer para excomulgar a alguien.
-En realidad, sería más preciso decir: "qué hay que hacer para ser excomulgado".
-Bueno, pues eso, que cómo va el asunto.
-Hombre, cosas muy gordas: apostatar, cometer una herejía...
-Y eso cómo lo puede hacer una niña de diez años.
-¿Una niña?
-Sí. Mire, voy al grano, que me interesa que excomulguen a una cría y me gustaría que usted me ayudara con las gestiones, o me dijera quién me lo puede llevar.
-¿Que excomulguen a una niña?
-En efecto, una de las de las comuniones del sábado. Sarita, para ser más exactos.
-¿Excomulgar a una niña tres días después de su primera comunión? ¡Te tengo dicho que no me gusta que bebas, Maroto! ¡Si te vuelvo a pillar borracho, olvídate de trabajar en esta parroquia, ni bodas, ni bautizos ni comuniones!
-¡Que no padre, que estoy sobrio como una botella de agua! Si es el problema fue la dichosa cámara, que ya sabía yo que está vieja y me la iba a acabar jugando...
-¿La cámara?
-¡Y en el momento más decisivo, padre, a la hora de la verdad! La niña postrada de rodillas ante la Santísima Forma, y el dichoso botón que se atasca. ¿Y ahora cómo se lo explico yo a los padres? Por eso había pensado que si excomulgamos a la niña. pues cuando vuelva a comulgar sería como hacer la primera comunión de nuevo, ¿no?
-No es tan fácil, Maroto.
-¡Que me juego un prestigio, padre! ¿Qué hago?
-Pues mira, Maroto, de entrada, comprarte una cámara nueva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario