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jueves, 26 de febrero de 2015

Cuernos (y 6).

-En fin, pues creo que ya está todo, Laura.

-¡Gracias, has cuidado de maravilla de mis niños!

-Bueno, lo he hecho lo mejor que he sabido.

-Eres una gran profesional, todos están de acuerdo. ¡Seguro que no vas a tener problemas para encontrar trabajo en otro cole!

En realidad, si por muchos fuera, Elvira habría seguido en aquel. Pero, claro, la ley es dura, pero es la ley.

-¡Dios te oiga!

-¡Oye, qué cantidad de regalos te han hecho los niños!, ¿cómo vas a hacer para llevártelos?

-No sé, ya veré.

Llenaban dos bolsas grandes: peluches, bombones, cuadernos decorados y murales.

Como el de la niña.

Al final, a Elvira le tocó coger un taxi. Echó un último vistazo a aquel colegio, al tiempo que acariciaba una nueva pulsera que lucía en su muñeca. Aquel regalo de adiós no era de ningún alumno, sino de un papá. Adiós, para siempre, los dos habían estado de acuerdo en que era lo mejor para ambos.

Padre e hija también fueron en taxi al cine a aquella tarde. Era una manera como cualquier otra de endulzar unas horas tan amargas.

-¿Qué tal la vuelta de la seño Laura?

Silencio.

-Muy bien, como siempre. Ya sabes que es la mejor.

Silencio.

-Después de tu madre, hija, después de tu madre.

El sueño había terminado. Era el momento de volver a la realidad.

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