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martes, 24 de febrero de 2015

Cuernos (5).

-¿Qué haces?

-Nada.

La niña estaba bastante fría con su padre desde aquello del bofetón. La madre no sabía nada, él había comprado el silencio de la pequeña con un buen puñado de regalos.

Bueno, ya se le pasaría.

-Es un regalo para la seño Elvira, ¿verdad?

La niña asintió encogiéndose de hombros. Tenía los ojos húmedos y algo rojos.

Era un mural, tenía toda la belleza del cariño: fotos, dedicatorias y muchas letras de colorines.

-Mañana es su último día, ¿verdad?

Las lagrimas arreciaron en los ojos de la niña. Asintió y se enjugó la sal.

-¡Pero tienes que estar contenta, que vuelve la seño Laura, y ella es genial!

-Sí, pero la seño Elvira es mil veces mejor, ¡nunca tendré a una profe como ella!

La niña había tenido bastante. Tomó su tesoro de arte y cartulina, y se marchó a su cuarto a dormir la llorera.

Bueno, ya se le pasaría.

El padre se quedó sólo en la salita de estar. Él...él también iba a echar mucho de menos a la seño Elvira: sus miradas de niña traviesa, sus sonrisas tan cálidas y confortables, su compresión, su manera de escuchar, su palabra precisa. su maestría en las carcajadas...Era como si fuera la guardiana de la Fuente de la Juventud.

El padre sintió ganas de llorar, y fue incapaz de negarle el capricho a su alma.

Bueno, ya se le pasaría.

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