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viernes, 28 de noviembre de 2014

Pecadillos de Monja.

-El día que se entere la Reverenda Madre, nos vamos a caer con todo el equipo.

-¿Se lo vas a contar tú?

-Sabes que no, sólo digo que se acabará enterando.

-Bueno, ¿apuestas o no?

-¿Cómo está Sor Brígida?

-Te doy 10 a 1.

-¿Nada más? ¡Pero si tiene una salud de hierro!

-Y 91 años, querida.

-De acuerdo, de acuerdo.

-¿Cuánto te juegas?

-Cinco.

-¡Anda, que te vas a arruinar, Rockeller!

-¡Váyase a la mierda su caridad!

En un mar de monjas ya bien entraditas en años vivian un puñadito de monjitas jóvenes. El convento era muy aburrido y en algo había que entretenerse, era necesario buscar un inofensivo pasatiempo que hiciera la rutina más llevadera. Y fue entonces cuando Sor Cecilia tuvo la feliz idea, que corrió como la pólvora entre las benjaminas de hábito.

Apostar a ver quién sería la próxima hermana en fallecer. Con la cantidad de ellas ciertamente muy mayores, raro era el año en que no caían una u dos, a lo que había que añadir la emoción de caídas, ingresos hospitalarios y demás.

Emoción un tanta malsana, bien mirado.

Pero la vida en el convento era muy aburrida, y hasta las más devotas vocaciones se merecen su pizquita de malvada pimienta.

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