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jueves, 4 de septiembre de 2014

Más Allá del Deber (O Quizás No).

Le había convocado para restregarle su éxito por la cara. De eso no había duda.

"¡Usted nunca llegará a nada sin saber idiomas, Fatagorri!"

Es lo último que debe decir un profesor a un alumno, porque, contra todo pronóstico, los condenados Fatagorris de este mundo acaban llegando a sitios muy apetecibles.

Empresario Europeo del Año, y -por supuesto- con idiomas. No los había aprendido en las aulas -ahí poco se saca en limpio- sino viviendo, trabajando y triunfando en París, Londrés, Milán...

-Mire, este es mi discurso. En inglés, por supuesto. ¡Quién nos iba a decir que yo acabaría hablando en público en inglés, ¿eh?! Lo he escrito yo mismo.

El pobre profesor llevaba toda aquella revancha con resignación docente.

-¡Muy bien, muy bien, me alegro por ti, Fatagorri! -dijo mientras echaba un vistazo a todo aquello.

Y, de repente, lo vio. ¿Cuántas veces les había advertido en clase sobre ese error en particular? Decenas, puede que incluso un centenar.

Y, sin embargo, ahí estaba, en toda su grandeza de patada a la gramática anglo-sajona.

La carcajada que iba producir aquello podría ser sonada -tanto en ese preciso instante como a largo plazo-. Era una de esas meteduras de pata que hacen afición e, incluso, definen una imagen pública.

Pero, por otro lado, ya no era su alumno. Cuando uno está en el aula, la obligación ética es ineludible: no se puede consentir que un alumno viva en el error. Pero aquello ya era el pasado, Fatagorri ya no era su discípulo, sino el "Empresario Europeo del Año".

-¡Excelente, Fatagorri, me ha encantado! -dijo al tiempo que le devolvía los folios.

-¡Seguro que voy a dar el golpe!

-No me cabe duda.

Quizás con el tiempo hasta le entraría cargo de conciencia por lo que iba a consentir que ocurriera. Pero de aquello ya se ocuparía en su momento.

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