-¡Señor Medret, seguro que no se acuerda usted de mí! Soy Luisi, la hija mayor del doctor López Ortega
Isaac Medret -célebre escritor de novela, teatro y poesía- se limpió los labios apresurademento con la servilleta, al tiempo que se levantaba de la silla de la terraza del restaurante para saludar a aquella señora.
-¡Por supuesto que me acuerdo, Luisi! ¡Hacía tanto tiempo que no nos veíamos!
-Sí, desde la última vez que veraneamos en San Sebastián.
-Exacto, desde entonces.
-¡La de veces que hemos bailado juntos en las fiestas de gala de los Sanchez Guzko!
Isaac Medret asintió con una sonrisa.
-Sí, es cierto. ¡Qué bien lo pasábamos!
-Bueno, no le molesto más.
-Molestía ninguna -respondió Medret disimulando admirablemente cómo le molestaba todo aquello.
-Hasta más ver, entonces.
-Hasta cuando quieras, Luisi.
La tal Luisi se perdió como un personaje fantasmagórrico entre el humo de los coches disfrazado de bruma barata.
-No sabía que hubieras frecuentado la casa de los Sánchez Guzko -le espetó su esposa a Isaac Medret.
-Creo recordar que fui una vez.
-Y allí fue donde conociste a esa cursi.
-Supongo.
-¿Y el padre?
-Ni la más remota idea de quién es ese tió.
-Ya, el precio de la fama y éxito.
-Exacto. toda la gente que afirma que estaba en mi clase en Bachillerato no entraría en un estadio de fútbol.
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