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martes, 16 de septiembre de 2014

¡Hay una Primera Vez para Todo, Compañero Don Álvaro! (y 7)

-Pero, ¿quién es toda esta gente? -interrogó alarmado Manolo Fontajo.

-Pero, ¿quién es este crío? -le respondió a la gallega el propietario del local.

-¡Cariño, no te lo vas a creer, el tarado ese de Romera nos ha traído a un sitio rarísimo y nos han bañado a la niña en whisky! Dime la dirección del salón del banquete, que ahora mismo me cojo un taxi y me voy para allá -era, lógicamente, la mamá de Clarita.

-Me permitirá que yo abone lo que nos cueste el taxi -saltó Azarías Romera, por intentar arreglar lo inarreglable.

-¡Yo a usted no le permito ni que nos acompañe!

-Pero, ¿qué sitio es este hija mía!

-¡Don Álvaro!, ¿qué hace usted aquí?

Era Don Álvaro Ñoque Rizobi -agustino recoleto, amigo de la familia de toda la vida y -por extensión- el sacerdote que había administrado el bautismo a la pequeña Clarita.

-Os he venido siguiendo en mi coche.

-Pues dese la vuelta que nos vamos, ahora le explico ¡Qué pesadilla de banquete de bautizo!

-Sí, vámonos.

-¡De aquí no se mueve nadie!

La Policía, que, respondiendo a un chivatazo de que aquel local no tenía más de dos y más de tres cosas en regla, se personaba en forma del inspector Carlos Luagasa y sus muchachos.

-¿Cómo que no se vaya? ¡Oiga, que yo soy el padre Alvaro Ñoque, agustino recoleto.

Manolo Fontajo se giró hacia el sacerdote para intentar tranqulizarle.

-No pasa nada, hombre, si el problema lo va a tener el dueño de todo esto. ¿Es la primera vez que se ve envuelto en una redada en un puti-club?

-¡Por supuesto que sí!

-Hay una primera vez para todo, compañero Don Álvaro!

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