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jueves, 18 de septiembre de 2014

General Ambición (1).

Las imágenes del televisor mostraban a un tipo de unas seis décadas ya de sobra cumplidas, canoso y algo pasado de peso introducirse en su automóvil entre un mar de vítores. El viejo presidente resopló inquieto y apagó el receptor.

-La popularidad del general Reguía está creciendo como la espuma -terció la fiel mano derecha del mandatario. Este asintió con el gesto contrariado de alguien a quien le recuerdan la verdad incómoda que de sobra conoce-.

-Mientras estaba en activo, era fácil mantenerle bajo control, pero ahora que se ha retirado...

El viejo presidente no terminó la frase, en clara petición a su mano derecha de consejo y socorro.

-Por eso precisamente ha pedido la baja del servicio activo. Sabe que en el ejército había llegado a lo más alto, pero eso para él no es suficiente.

-Con lo único que se va a conformar es con este sillón presidencial.

El fiel ayudante se limitó a asentir. Estaba más claro que el agua. Las altas aspiraciones políticas del general Esteban Reguía no eran ningún secreto, y se habían visto confirmadas por esta palabras en su discurso de despedida de la carrera militar:

"Tras cuatro décadas de plena, abnegada e incondicional entrega al servicio de este país, ha llegado el momento de que les devuelva a los mismos una mínima parte del tiempo que no les pude dedicar durante todos estos años. Lo que me resta de vida será de mi esposa, mis hijos y mis nietos. Y sólo la voz -clara y firme- de mi patria pidiéndome lo contrario, se podría apartar de ellos":

-El ejército está con él, sin fisuras -prosiguió el presidente.

-Y los que están sin fisuras con el ejército.

-Tenemos que pensar algo, y rápido. Las elecciones son dentro de menos de dos años, y si dejamos que este tío termine de despegar, luego no podremos detener su vuelo.

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