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jueves, 25 de septiembre de 2014

General Ambición (y 5).

"Truchas mineras", hasta hacía un mes nadie había oído hablar de ellas. Pero ahora eran portada de todos los medios, ahora todo el mundo entendía de las dichosas "truchas mineras".

Un potente coche se detuvo delante de los juzgados y el antiguo general Reguía y su abogado se apearon. Fueron recibidos por los vítores y aplausos de un centenar de seguidores enfervorizados que se habían concentrado allí. Los dos hombres se abrieron paso entre una nube de micrófonos y fotógrafos -¡qué cómodo y confortable le resultaba aquello- con el objetivo de ganar la puerta del tribunal.

-¡Esto es ridículo, señores, no entiendo que hay detrás de esta absurda persecución!


Reguía había sido denunciado por "delito ecológico" por la Comisión Continental de Agricultura, Caza y Pesca, y la acusación había sido aceptada. Un oportuno informe había puesto de manifiesto la enorme importancia que tenían las dichosas "truchas mineras" y el tremendo atropello contra la Madre Naturaleza que suponía capturarlas.

-Al menos así logramos minar su prestigio internacional -dijo el viejo presidente sin apartar la mirada de la pantalla del televisor.

Su fiel mano derecha asintió. Ese era el plan.

-No obstante, la lucha no ha hecho más que empezar.

El viejo presidente no podía estar más de acuerdo.

En el receptor, proyectaban un breve informe sobre la "trucha minera". Era un bicho tremendamente cabezota, capaz de sobrevivir a los pescadores y las aguas no particularmente saludables de una cuenca minera e industrial.

-Me pregunto cuántos bichos de esos se comió el mamón de Reguía de pequeño -gruñó el viejo presidente.

El fiel ayudante se limitó a asentir.

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