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martes, 9 de septiembre de 2014

¡Hay una Primera Vez para Todo, Compañero Don Álvaro! (1)

"¡Bienvenido al mundo, compañero!"

En efecto, era un niño. El primer nieto de Manolo Fontajo había resultado ser un varón.

El abuelo, como todos los yayos -por muy revolucionarios, marxistas y demás que sean-, estaba como loco con el asunto, y, por supuesto, ya tenía miles de planes para el neonato, incluyendo una educación perfecta planificada al milímetro.

-¡Compañero Fratérnico, tú vivirás en la utopía por la que tu abuelo y sus camaradas han luchado todos estos años!

Emilio, padre de la criatura, además de yerno de facto de Fontajo, torció el gesto y miró con desesperación a su convaleciente compañera.

-¡Papá, ya te hemos dicho mil veces que ese nombre no nos gusta, que el bebé se va a llamar Pedro!

-¿Pedro?, ¡de esos ya hay muchos! Además, es un nombre vacío, sin sentido más allá de las pamemas religiosas de los curas. ¡Fratérnico, en honor a la fraternidad entre los pueblos, sí que es un nombre bonito, digno de mi nieto!

-¡Manolo, macho, que si le ponemos eso que dices tú, no vamos a ganar para terapias por culpa del cachondeo de los otros niños!

-Los chicos tienen razón, Manolo. Eso ni es nombre ni es nada.

-¡Hasta tú te pones de su parte, Maru!

-¡Si es que vaya ideas que tienes, hombre mío!

-Por cierto, papá, queremos organizar una comida para celebrar que Pedro...

-¡Fratérnico!

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