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sábado, 23 de agosto de 2014

Melón con Jabón.

Amalio saboreó el pedazo de solomillo con la mimosa reverencia de todo buen jugador de mus.

-¿Está a su gusto, señor Viagona?

-Sí, sí, muy rico.

-Si lo encuentra poco hecho, se lo pasamos más.

-No, no, está perfecto, gracias.

-Ese solomillo que se está comiendo usted no lo come mejor ni el propio rey. La materia prima es de primerísima calidad, que es una carne que me trae especialmente mi cuñado del pueblo; y el cocinero que tenemos ha sido premiado internacionalmente.

-Sí, si, esta muy bueno.

-¡Lo mejor del mundo, lo que usted se merece, alguien con un paladar tan selecto como el suyo!

-Gracias, gracias.

-Sí, señor, don Amalio Viagona, eminente doctor en leyes y hombre de finísimos gustos culinarios.

-Bueno, abogado del montón, en realidad.

-¡No sea usted modesto, don Amalio!

-En fin, que muy bueno el solomillo.

-Muchas gracias, don Amalio. Y ahora, para rematar la faena, ¿le puedo ofrecer un postre? Tenemos unos canutillos a las tres cremas que son una auténtica delicatessen.

-No, café solo, por favor.

-¿Le puedo tentar con nuestro soufflé de piña al coñac?

-Seguro que está delicioso, pero tomaré solo café idem.

-De acuerdo, muy bien...

Al maitre se le pasaba bastante la amabilidad pegajosa y aduladora cuando no se pedía postre a la carta. En otras palabras, que daba menos jabón.

Y si uno comía de menú, ¡apaga y vámonos!

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