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martes, 15 de julio de 2014

La Metafórica Existencia de la Cymothoa Exigua.

Su nombre científico es Cymothoa Exigua, pero los amigos le conocen como el "parásito de la lengua". Y es que eso es lo que hace, por muy crustáceo que sea.


Pero no se alarme, amado lector, que el bicho no ataca a los seres humanos -ni tan siquiera a los mamíferos-. Sin embargo, si es usted un pez, quizás debería empezar a preocuparse.

En efecto, el amigacho está especializado en peces (el pargo es uno de sus preferidos) y es efectivo, frío e implacable a la hora de actuar: un grupito de crías macho (todas lo son) se introduce en su víctima a través de las branquias, donde montan su base de operaciones. Entonces, un varón se transforma en hembra (sí, son capaces) avanza hasta llegar a la lengua, se adhiera a ella y empieza a succionar la sangre, hasta dejarla inservible. Pero, en realidad, esto no supone ningún problema para el infortunado pez, pues la Cymothoa pasa a realizar todas las funciones de dicho órgano. Así, el parásito se aposenta en la boca del pez y se alimenta de sangre y mucosas, a la vez que hace todas las labores propias de una lengua. En lo referente a la reproducción, uno de los machos que viven en las agallas se acerca algún día por allí y...¡babúun!

No ocultaré el profundo dilema moral que me produce juzgar al bicho en sí (y, después de todo, ¿quién yo soy para proclamarme juez de crustáceos?) De entrada, uno siempre tiende a tener muy mal concepto y a estar en contra de los parásitos pero, por otro lado, no le hace ningún mal al pez y esa es su manera de ganarse su sustento de sangre y mucosidades.

Lo que está claro es que este bicho nos viene a recordar la norma básica del parásito (incluidos los de dos patas): Mima a tu parasitado, hazle creer que te importa, incluso intenta que se crea que le amas, que vives de él casi por hacerle un favor. Pero, sobre todo, asegúrate de que no puede vivir sin ti.

(Obsérvese que he escrito veinte lineas sobre parasitismo sin usar la palabra "político", lo cual tiene su innegable mérito).





















El bicharraco en cuestión en todo su esplendor bucal.

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