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lunes, 2 de septiembre de 2013

El Subsidiado.

-¡Y echadle bien de marisquito ahí, eh!

El camarero asintió, aunque esa paella llevaría la misma cantidad de langostinos que cualquier otra.  Poquitos.

Francisco Javier "Franjas" Bengaloso Díaz, protagonista de la petición de crustáceos, se ajustó la gorra ladeada y sonrió. En la playa se estaba "de putísima madre", en sus propias palabras. "Ahí, con el solecito, las colegas, las pibitas y ahora, esa paellita de moda en el chiringuito".

Se alojaban en el apartemento de "el Berzas". O, para ser exactos, de los padres del sujeto. "El Berzas" tenía pasta. O, para ser exactos, los padres del sujeto.

Se habían desplazado en el coche del propio "Berzas" y se alimentaban principalmente de productos de supermercado. Esa paellita playera era el único lujo que se iban a permitir durante el viaje. Eso y alguna copita en el "Z-Emporio", la discoteca de moda.

Tanta austeridad agorronada era inevitable, dado que "Franjas" no trabajaba. Tampoco estudiaba. El colegio no era lo suyo, ahí no se aprendía nada que valiera para la vida real. En la escuela de hostelería no hubo más suerte. Eso era una pérdida de tiempo, para ser camarero no hacía falta estudiar tantas "gilipolleces de copitas y tenedorcitos". Así que, oficialmente, "Franjas" era camarero en paro sin experiencia y sin formación. Llevaba tiempo buscando trabajo -sin éxito- en los pocos ratos libres que le dejaban los colegas y las pibitas.

"El Franjas" era un tipo de sonrisa fácil, pero no le reproche sus fracacos vitales. "¡Tú no tienes ni puta de lo que es mi vida, chaval!", responderá. En efecto, la vida de "el Franjas" no había sido fácil: jamás conoció a su padre, y a su madre habría sido mejor no conocerla. Ahora vivia con su abuela, gracias a cuya pensión subsistían los tres: la anciana, "el Franjas" y los vicios de este.

-¿Tío, y qué vas a hacer cuando se muera tu abuela, "Franjas"? -"Berzas" quiso sacar conversación, pero lo que hizo fue meter el dedito en la herida.

"El Franjas" retorció el gesto, clavó la mirada en la orilla plagada de niños chillones, le pegó una calada olímpica al cigarrillo y se encogíó de hombros.

-No sé, ya veré cuando pase...Supongo que me concederán una pensioncilla de huérfano o algo así.

-Yo no sé si te van a dar eso con 23 tacos, macho.

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