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martes, 3 de septiembre de 2013

El Rehén.

La familia de Jack era de esas a las que no dejan salir del salón del convite hasta que toda la cubertería de plata ha sido recontada.

Con esos antecedentes, Jack sólo tenía tres alternativas: la delincuencia, el boxeo o convertirse en un atormentado saxofonista de Jazz. Y Jack no tenía ni puños ni dedos.

Y ahí estaba, acorralado en un banco de Alvarado, Arizona por el sheriff del condado y sus rudos muchachos con gafas de sol de mercadillo, la policía estatal con francotiradores y todo, dos tipos del FBI y una turba de particulares despendolados ejerciendo su sagrado derecho constitucional  a portar y usar armas. También había venido un hábil negociador policial directamente desde Nevadillo, Nuevo Méjico.

Por fortuna (para ellos), Jack y su arquetípico cómplice "Tex" García tenían un rehén.

-¿No tenemos otro?

-¿Cómo otro?

-Sí, leche, que me traígas a otro.

-Es que no hay otro.

-¿No hay otro?

-No, dejamos salir a todo el mundo menos a este. Ya sabes, un gesto de buena voluntad a cambio de las hamburguesas del almuerzo.

-¡Ese maldito negociador de Nevadillo, Nuevo Méjico nos ha vuelto a liar!

-¡No sé qué tiene de malo este!

-¡Joder, pues que un tío feo, está gordo y tiene más de cincuenta años! Dígame que por lo menos tiene usted mujer e hijos...

-No, soy soltero.

-¡La cagamos!

-¿Por qué dices eso?

-Pues que la vida de este tío es un riesgo que merece la pena correr...¿Quieres saber lo que está pensando esa gente ahí fuera?: entramos, matamos a los atracadores, salvamos la pasta y lo único que hemos perdido es la vida de un gordo sudoroso y soltero. ¡Es un precio razonable!

-Pero, ¡eso no es posible!

-Tengo años de experiencia en este negocio, amigo, sí es posible.

-¿Y qué puedo hacer?

-Pues mire, le voy a dar esta escopeta. Así, cuando entren, por lo menos no perderá la vida sin haber pegado algunos tiros.

-Me parece razonable.

-Pues tenga, y prepárese, que deben de estar listos para entrar.

Jack no se equivocaba. En ese mismo momento, las fuerzas combinadas de la ley rural irrumpieron en el banco. El pobre gordo solterón murio, pero no sin antes haberse llevado a una señora de Rouge, Texas por delante.

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