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sábado, 27 de julio de 2013

La Fuga de Tadeus Brady (9).

El gobernador Michael W. Connors tenía el aspecto de un abuelete campechaño, de esos que sonríen con la misma facilidad que conceden todos los caprichos a sus nietos. Pero, detrás de esa máscara almibarada, se encontraba un hombre estricto, disciplinado y dotado de una voluntad de hierro. Había pasado toda su vida laboral en el mundo de la empresa privado, donde había logrado retirarse como uno de los hombres más ricos del estado. Pero, demasiado inquieto como para disfrutar de su jubilación en alguna isla paradisiaca, se había metido en política casi como un pasatiempo, y había llegado a gobernador del estado con 68 años.

El alcaide Mitch Newland tenía línea directa con el despacho del gobernador, aunque nunca la había usado hasta ese momento. La ocasión lo requería. El médico, el cura y él todavía no habían encontrado la oportunidad de hablar con Tadeus Brady, pero habían pensado que un indulto que le permitiera pasar sus últimos meses en libertad endulzaría un poco el mal trago.

 -¿Me está usted tomando el pelo, alcaide?

-No, señor gobernador, hablo muy en serio.

-¿Pretende en serio pedirme que indulte al tipo que asesinó a sangre fría a mi abuela, dándole batazos hasta matarla? ¡Hice más que bastante salvándole el pellejo, aunque fue por honrar la memoria de mi abuela, que, si por mi hubiera sido, me habría encantado ver cómo le freían!

-Entiendo cómo se siente, señor gobernador, pero le ruego que tenga en cuenta la situación particular de Brady.

-¡Eso me da igual! ¡No he llegado a donde estoy siendo un blando! Si indultara a ese sujeto, me decepcionaría a mí mismo, a mi abuela y a mis votantes. ¡Un juez en un juicio justo condenó a Tadeus Brady a pudrirse en la cárcel y tenga por seguro que lo hará!

-Entiendo...En fin, muchas gracias por su tiempo, señor gobernador.

El alcaide Newland colgó en auricular. Tomó el informe del doctor sobre Brady y le echó un nuevo vistazo. No hacía falta entender mucho de medicina para percatarde de que, si la condena de Brady era pudrirse entre rejas, ya lo había hecho.

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