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sábado, 29 de junio de 2013

Los Casos de Woodchat Shrike: Algy, "el Afortunado" (2).

-El padre Jones, mi predecesor, sentía una especial debilidad por Cornell. Se habían conocido a raíz de su horrible crimen: la señora Duckworth -su víctima- era una de nuestras más devotas feligresas y una entregada colaboradora de todas las obras benéficas de nuestra parroquia. De hecho, nos recordó muy generosamente en su herencia. Por esa razón, el padre Jones creyó que era su obligación conocer a aquel tipo y, en la medida de lo posible, asegurarse de que abandonara este valle de lágrimas con la conciencia tranquila...Al principio, no resultaba difícil adivinar que las visitas no eran plato de gusto para el padre Jones, y de hecho, no fueron más dos o tres en todo el tiempo que estuvo en la cárcel. Pero, curiosamente, desde la mañana en que ajusticiaron a Cornell, el padre Jones -que había asistido a la ejecución- no paraba da hablar maravillas de él. Sin duda, la manera en que encaró a la muerte le impresionó vivamente. Por eso él siempre ponía el máximo esmero es que se cuidara la tumba de Cornell, y ése fue el encargó que me dejo.

-Ya...¿Y cómo sabe usted todo esto?

-Bueno...Me gusta informarme tanto como informar. Hay un nombre un poco feo para la gente que somos así...Pero prefiero que no lo pronunciemos...

-Entiendo.Oiga, y al fallecer, ¿qué se hizo con las cosas del padre Jones?

-¿Perdón?

-Sí, sus libros, sus papeles...¿Qué paso con ellos?

-La muerte no pilló al padre Jones por sorpresa, así que tuvo tiempo de regalar, o simplemente deshacerse, de sus pocas pertenencias.

-Entiendo.

-El padre Jones era una persona austerísima...Todo lo que había en la parroquia iba para el hogar de personas mayores. Él mismo lo había fundado poco después de la ejecución, y lo bautizó "Irene Duckworth", en honor a la señora Duckworth. Ya le comenté que ella dejó una bonita cifra. Esto sorprendió bastane por aquí, nadie sabía que la señora Duckworth tuviera tanto dinero.

-¿Y dónde está ese hogar?

-A la salida del pueblo.

Era el momento de hacer una visita por allí. No tenía nada que perder y, quizás, sí algo que ganar.

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