El Tío Bu mandaba hasta que se murió. Entonces, los hombres y mujeres de aquel país decidieron que sería bonito elegir, entre todos y de entre todos, a los mejores para gobernar en busca del bien común.
De eso hace ya muchos años.
-Mina, estoy empezando a pensar -y, lo que es peor, a sentir- algo muy desagradable, muy triste y, lo peor, peligrosísimo.
-¿Qué?
-Que el Tío Bu se preocupaba más de nosotros que estos de ahora.
-¡Pero el Tío Bu era un dictador!
-Lo sé, pero nunca nos robó y siempre se desvivía para que tuviéramos comida, casa y alguna fiesta popular en verano. Estos, en cambio,...
-¡Pero el Tío Bu no tenía derecho, no estaba legitimado! A estos, en cambio, les hemos elegido nosotros.
-¡Los elegimos y ellos se vuelven como el Tío Bu, tenemos a un Tío Bu nuevo cada cuatro o cada ocho años! ¡En cambio, ni elegimos a papá o a mamá -ni a los abuelos- y mira cómo nos querian y nos quieren!
-Los abuelos se pondrían muy tristes si te oyeran decir esto. A ellos nunca les cayó bien el Tío Bu.
-Lo sé. Ya te dije que era triste, y desagradable, y muy peligroso.
-¿Crees que habrá más gente que esté empezando a pensar como tú?
-Me temo que sí,
-Entonces, ¿desearías que volviera el Tío Bu?
-¡No, jamás! Lo que desearía es que volvieran los que lucharon contra él y, con ese mismo espíritu, valor y honradez, echaran a estos de ahora y nos gobernaran ellos.
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