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viernes, 21 de junio de 2013

La Revancha de "El Mocoso" Garrido (y 3).

Los jugadores locales salieron a dar alma, corazón y vida, porque era lo que se jugaban en aquel partido. Pero la direrencia de calidad entre ambos conjuntos era muy acusada y, por más que se entregaban en cada lance, los locales no eran capaces de perforar la portería visitante.

Con el balón en los pies, por contra, el equipo de "El Mocoso" se limitaba a tener la posesión, con nulo interés por inquietar la portería de casa. Era como si se conformaran con el empate.

Los comentaristas no tardaron en oler sangre, y empezaron a lanzar todo tipo de teorías para justificar la falta de combatividad de los hombres de "El Mocoso". La conjetura más repetida era que los forasteros se habían vendido para beneficiar a algún apostante que había metido mucho dinero a que el poderoso campeón de liga no iba a marcar en el partido de su gran venganza. Tal supuesto parecía, a priori, del todo improbable, y como tal se pagaba 100-1.

Cualquiera que fuera la razón, la hinchada local cada vez estaba más contenta y relajada: estaba claro que esos tíos -contra todo pronóstico- no tenían ganas de aguarles la fiesta y enviarles de un puntapié al pozo.

El único que no lo veía nada claro era el entrenador local. Veterano de mil batallas en el campo y en la banda, tenía se olía que esos tíos tramaban algo.

Entonces, en el mínuto 23 del primer tiempo, por fin se percató de lo evidente. Se acercó hecho un energúmeno a la zona técnica de su oponente y le increpó a voces:

-¡Hijo de puta, di a tus chicos que nos metan el gol ya!

"El Mocoso" se limitó a mirar sorprendido a su rival. Éste, todavía más furioso, le lanzó un puñetazo, que "El Mocoso" esquivó de milagro. Y de ahí a la tangana, segundos.

"¡Nos van a hacer sufrir hasta el último minuto, nos van a permitir vivir con la esperanza, y, entonces, al final del todo, cuando tengamos la miel en los labios, nos los van a quitar todo de cuajo!", eso iba gritando el entrenador local, mientras se lo llevaban a rastras del campo después de la expulsión.

"El Mocoso" reía. Estaba bien claro que ese tío entendía un puñado de fútbol.

En el mínuto 87, "Víbora" logró el 0-1, en bonita acción personal. Era el primer tiro a puerta de su equipo.

Al tiempo que el sargento de la policía, un tanto alarmado, pedía refuerzos, "El Mocoso" se limitaba a sonreír. Se lo estaba pasando como pocas veces antes durante toda su carrera.

En el deporte la venganza se llama revancha. Y nada hay de inmoral en ejecutarla.

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