-¿Cómo se puede ser tan vago, Cerrajudo?
Adolfito Cerrajudo agachó la mirada de un modo mecánico. Estaba acostumbrado a que le plantearan esa pregunta. ¿Por qué se la seguían haciendo? ¡Si tuviera la respuesta, hacía años que habría contestado! En ese momento, Adolfito Cerrajudo decidió dar el paso que separa la costumbre resignada de la indignación rebelde.
-¡Bien sé ya que soy un vago, no hace falta que nadie me lo recuerde más, pero ser vago no es ser mala persona, es sólo que quieres ponerte a estudiar, pero acabas por no hacerlo!
Adolfito Cerrajudo tenía la genialidad de la gente sencilla y sincera.
Adolfito Cerrajudo tenía vocación de vago desde pequeño. Ya de muy chiquitito opositó a "vago oficial del curso" y sacó la plaza.
Ahora que estaba repitiendo, Adolfito seguía sin hacer mucho, pero cada vez le dolía más no hacer casi nada.
Adolfito Cerrajudo nunca había aprobado un examen de José Luis Trestuestes, pero jamás había protestado. Sabía perfectamente que tenía la nota que se merecía.
Ser vago no es ser mala persona, es sólo que quieres ponerte a estudiar, pero acabas por no hacerlo.
Al final de clase, Adolfito Cerrajudo se acercó a la mesa del profesor.
-José, el examen de mañana lo voy a aprobar.
Eso era una novedad. Cerrajudo siempre encaraba el siguiente suspenso con la docilidad del corderito vago que va al matadero del 2.
-A ver si es verdad -animó, un tanto escéptico, Trestuestes.
-Bueno, por lo menos lo voy a intentar...O voy a intentar intentarlo. Lo he pensado mejor y creo que ser vago no es ser mala persona, pero si te hace peor de lo que podrías ser...¡Y me está empezando a tocar las narices esto de ser el vago, joder!
Lo dicho, la sabiduría de la sencillez y la sinceridad.
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