-¡No me jodas, Jorgito! ¿Ahora me vas a hacer gastarme todo este dinero en instalar unos aparatos?
-Es la normativa, Azarías.
-¡Joder, pero es la normatitva porque lo habéis aprobado vosotros!
-No, Azarías, estas cosas vienen de Europa.
-Ya, pues ya podría Europa subvencionar el invento.
-¡Veremos lo que se puede hacer, hombre! ¡Tú no te apures!
En Ministro Piñaceira decía la verdad. Los de CleanAirTerra se había movido bien y habían logrado hacer que su cacharro fuera obligatorio a nivel internacional. Sin duda, Alvaro no había mentido, de la Arriajo era una persona muy valiosa. ¡Lástima que hubiera decidio utilizar toda su talento para el bien propio y no el de toda la Humanidad!
Vicente Garguela también tuvo la oportunidad de conocer a de la Arriajo. CleanAirTerra contrató un buen paquete de cuñas publicitarias con la emisora del incorruptiblemente íntegro líder de opinión.
-Y les recuerdo que este espacio está patrocinado por mis amigos -nuestros amigos, los amigos del futuro de nuestros nietos- de CleanAirTerra, empresa líder mundial en asesoría, gestión y tecnología de sostenibilidad medioambiental para industrias, y empresa de aquí, nuestra, con talento patrio. Unos señores que van a hacer que usted y yo, y nuestros descendientes, podamos respirar aire puro y disfrutar de la naturaleza. ¡Casi nada, amigos!
Braulio Díaz Huertaga, fiel portero de la fábrica de Azarías Romera, ajustó el dial de su aparato de radio, pues había alguna que otra pequeña interferencia (cosas de estar en mitad del campo). Era fiel seguidor de Garguela -máxime desde que el comunicador había luchado como un león para que no cerraran aquello y le dejaran a Braulio y sus compañero en la calle- y le gustaba escuchar su programa con la máxima calidad. Lo curioso del caso era que el cacharro que habían puesto en la chimenea de la fábrica era de los que acababa de nombrar Don Vicente, y A Braulio le parecía que el humo seguía saliendo con el mismo color amarillento tan raro y seguía oliendo igual de sospechoso.
Figuraciones suyas, sin duda, que Don Vicente jamás le mentiría a su audiencia.
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