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sábado, 25 de mayo de 2013

Los 1001 Capítulos (4).

Ya iba para mil capítulos mil, y la expectación que despertaba la dichosa serie no decaía. El juez Winstons ya había firmado un par de órdenes de ejecución, pero, a última hora, siempre había recibido una llamada del gobernador en persona.

-Su señoría, creo que lo mejor será que revise el caso Pucelle antes de que efectivamente se ejecute la sentencia.

-¿Revisar el qué? Está claro que es culpable, que tuvo un juicio justo y que la sentencia recibida es la justa de acuerdo con nuestro código penal. ¿Qué diablos quiere usted que revise?

-Bueno, ejecutar a Pucelle sería una decisión impopular. Mucho. Acabaría con su carrera como juez, y con la mía como político. Ignoro si usted quiere llegar al Tribunal Supremo -intuyo que sí-, pero yo sí quiero llegar a presidente de este país, y no puede consentir que una situación como esta me lo impida.

-¡Joder, pues conmútele usted la pena de muerte por cadena perpetua! Como gobernador del estado tiene usted la potestad de hacerlo.

-¿Está loco? ¡Perdonarle la vida a ese asesino sería todavía más impopular que matarle! El país le odia, por mucho que ame su dichosa serie...

-Entonces, ¿qué quiere que haga?

-Espere, espere...El interés no se puede mantener eternamente.

Esperar, esperar. esperar. ¡Un sucio asesino estaba violando entre carcajadas a la Justicia y el tenía que ser el mamporrero del delito!

Después de la cuarta sentencia, y la cuarta llamada del gobernador, cada vez más airado, el juez Winstons tomó una decisión: desde luego, si la justicia era aquello, él ya no quería formar parte de su Tribunal Supremo.

Tomó el teléfono y llamó a su secretaria.

-Señora Scott, póngame con el abogado de Pucelle.

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