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miércoles, 22 de mayo de 2013

Los 1001 Capítulos (1).

-¡Pucelle, la llamada de costumbre!

Jack Pucelle sonrió satisfecho, aunque un tanto nervioso. Eran esos nervios agridulces que uno siente antes de abrir un regalo que, sospecha, es lo que más desea en este mundo, aunque hay una posibilidad de que no lo sea.

Jack Pucelle se dirigió, acompañado del funcionario y con la muñecas esposadas, a la sala de teléfono. Los tipos de aquella galería no recibían muchas llamadas, pero Pucelle era especial. A él le llaman todos los viernes a mediodia.

-Dime, Stan.

Stan Travis era el abogado de Pucelle, el carísimo abogado de Pucelle. Pero no hay problema, se lo puede permitir de sobra.

Pucelle sonrió, feliz, satisfecho, aliviado. Era el juguete que esperaba, un viernes más lo era.

-Excelente, Stan. Estamos en contacto.

A setenta kilómetros exactos de la cárcel donde estaba recluido Jack Pucelle, el honorable juez Donald W. Winstons jr. estaba escuchando -acomodado en el enorme butacón de cuero de su despacho y también por vía telefónica- los mismos datos que Pucelle acababa de recibir. Pero a él no le hicieron tanta gracia.

-Entiendo. Bien, Hills, veremos qué ocurre la semana que viene.

Resopló, se paseó la mano por el rostro dándose un breve masaje y empezó a juguetear, irritado, con el bolígrafo que tenía sobre su mesa. Era una acción que le había ayudado a pensar desde los ya lejanos tiempos de la universidad.

¿Hasta cuándo le iba ese cabrón de Pucelle a tomarle el pelo a la justicia de ese soberano estado, y a él mismo en representación de ella?

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