Dos Chiquillos.

El señor calvo de bigote, gafas y traje de ocasión se asomó por el cristal de la puerta del establecimiento y comenzó a hacer una ridículo gesto para indicar que tenía vigilado al personal.

Las dos trabajadoras de la tienda de arreglos y transformaciones sonrieron pizpiretas sin detener la faena, aunque una más que la otra.

Jacinto, el del 68, contempló la escena -en ejercicio de su omnisciencia callejera y cotilla- y se acercó con la lengua cargada.

-Psstt...Leandro, parece que lo de la tienda de ropa composturas ya no te hace tan poquita gracia.

El picotazo pinchó en hueso, como siempre ocurre cuando la maldad atenta contra un corazón ilusionado.

-Son majas las chicas, ¿verdad?

-Bueno, lo de chicas...vamos a dejarlo.

-¿Qué años crees que tendrá "La Aurori"?

-Pues los cincuenta ya no los vuelve a cumplir.

-¿Tú crees?

-¡Lo que yo te diga!

-¡Pues no lo aparenta!

-¿Hoy también toca cervecita?

-Sí, ¿te apuntas?

-No, ya sabes que si no hay fútbol de pago de por medio yo no piso el bar...

-Ya.

-Pues nada, que lo paséis bien.

Y Jacinto se fue en la otra dirección, a ver si Antonio -el del 66- le daba más juego.

Leandro se volvió a asomar al interior de la tienda...¿Cincuenta? No, no era tan mayor, como mucho, cuarenta y muchos...Cinco menos que él. En ese momento, por la magia de las casualidades que no son casuales, "La Aurori" levantó la vista de una cazadora a la que le estaba cosiendo unos parches y sus ojos se estrellaron contra los de Leandro. Durante unos segundos, aquellos dos veteranos de mil derrotas amorosas se quedaron mirando el uno al otro. Luego, como los dos chiquillos que ya no eran, se rieron como tontos.

-Aurori, hija, a la labor, a la labor, que el calvo te tiene tonta.

-Nah, es simpático y nada más.

-Si tú lo dices...

-Que sí, mujer.

-Na, na...

-¿Qué años crees que tendrá?

-Pues, desde, luego, no es ningún chiquillo.

"Aurori" sonrió. Ella tampoco lo era, pero, ¿qué importaba? ¿A quién?

Desde luego, a ella no.