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jueves, 16 de febrero de 2012

Deme Algo, Don Álvaro (1).

Al tiempo que el último convocado a aquella surrealista reunión entraba en la sala, precedido como los demás de media docena de "acompañantes", Palomero no pudo evitar susurrar al oído de Espinosa:

-¡Macho, si hemos sido capaces de juntar a esta gente en una sala, nos deberíamos meter a diplomáticos!

-Sí, lástima que esto tenga que quedar en secreto, porque nos merecemos el premio Nobel de la Paz.

En efecto, los seis elementos, a cual más ajustado al estereotipo de mafioso de medio pelo, habían mantenido mil y una batallas a puños, navajas y tiro ocasional. Ellos personalmente no, claro, para eso estaban los "acompañantes". Habían sido guerras libradas por el control de la mendicidad en la capital.

"Garborsa" era una empresa seria, no lo dude, tan seria como la situación económica, por lo que tocaba  potenciar a la "División de Negocio B", ésa que jamás aparece en las cuentas. La idea de entrar en el campo de la mendicidad la había tenido el propio presidente -Don Álvaro- un domingo al salir de misa.

-¡Es curioso, -se dijo a sí mismo-  tenía un negocio estupendo delante de mis narices, y hasta ahora no me había percatado!

Es lo que tienen los tiempos de vacas flacas, que uno se percata de las cosas.

Al día siguiente, Espinosa había recibido la orden directa de hacer una "prospección de mercado", que en esencia consistió en averiguar los nombres de los mafiosos que controlaban a los mendigos del centro de la ciudad y convocarlos a una reunión conjunta. No había sido sencillo convencer al primero, pero una vez que "El Perro Zlatan " dijo sí, el resto aceptó, rendidos a la curiosidad. "A ver qué se cuece, que ese mamón huele el dinero fresco".
     
Y ahí estaban, como una pequeña ONU de pajaros de cuenta de múltiples nacionalidades. Una vez que todo parecían en orden, los hampones al unísono hicieron un gesto chulesco y los "acompañantes" dejaron la sala para esperar fuera. Después, si tocaba, se matarían entre ellos, pero, de momento, podían compartir una amigable charla. Eran todos unos grandes profesionales.

Espinosa tomó la palabra.

-Buenas tardes, señores, supongo que ya se figuran para qué los hemos convocado esta tarde...

-Sí, todos nos hacemos una idea- interrumpío "El Caucásico", poco dado a los modales y a perder el tiempo- y sepa que, si lo que pretende es meterse en nuestro "negocio", aquí ya está todo cogido, no hay esquinas para nadie más. Punto.

-No quiero quitarles su negocio, amigos, todo lo contrario, lo que quiero es potenciarlo. Todo eso, claro está, a cambio de una pequeñísima comisión.

-Explíquese.

-Ustedes son empresarios "de instinto", buscan esquinas e iglesias que les parecen buenas y plantan allí a "sus trabajadores". Eso les va bien, no lo discuto, pero, ¿han probado a hacer una planificación coordinada a gran escala que abarque a toda la ciudad? ¿Han hecho alguna vez un estudio serio de mercado y evolución de negocio e ingresos? ¿Han dado algún tipo de formación a sus "trabajadores"?

La mayoría de las caras eran de suma perplejidad, salvo "El Polico", que empezó a reirse a carcajadas.

 -¿Qué broma de mierda es esta? ¡Este tío nos está tomando el pelo, señores, vámonos!

Entonces, Palomero entró en acción y abrió un maletín.

-No solemos bromear con asuntos de dinero. Estos maletines son un detalle a cambio de que ustedes acepten participar en nuestro "proyecto piloto" durante tres meses. Luego, si lo desean, lo dejan y se quedan con la pasta de recuerdo. ¿Qué me dicen?

De momento, ahí ya no se reía nadie.

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