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jueves, 24 de noviembre de 2011

Homenaje a un Balón que Vuela.

El enfrentamiento con un balón que vuela por el aire define al deportista como lo que realmente es.

A algunos los define como un tipo torpón, que le pega una cruel patada a lo que sea y donde sea, porque no sabe hacer otra cosa, porque el balón es un enemigo al que mantener lo más alejado posible. Lo define, en suma, como un "Homo Voleas", la forma más primaria y tosca de la cadena evolutiva de la especie futbolística.
 

No obstante, por muy evolucionado que un futbolista esté, la tensión, los nervios y la angustia de un final de partido apretado lo pueden empujar a la involución deportiva transitoria, y no es raro ver incluso al más fino de los peloteros pegando tremendos voleones en los minutos de descuento, acto execrable desde el punto de vista de la estética deportiva, por mucho que el entrenador lo aplauda al grito de: "¡eso es, a tomar por culo con el balón!" (es que en el mundo del fútbol se es muy malhablado).


Muy diferente a la plasticidad sin igual de la suerte suprema del baloncesto como espectáculo: ese balón que rueda libre por el cielo del pabellón y a cuyo encuentro y captura salen las manos de otro ave de parqué, que hace de la pelota una efímera prisionera para llevarla al encuentro de la canasta, como dos amantes en la primera noche de pasión, y estrellarlo contra la red.


Pero volvamos al fútbol, para homenajear a la volea en su expresión más prometedora e incierta: el remate a puerta. La mayoría se pierden lejos de la portería, entre la indiferencia o el silbido ocasional. Pero cuando sale bien, cuando va entre los tres palos, ahí alguien va a ser inevitablemente grande.

Quizás el portero, haciendo la parada de su vida, que para un arquero ni detener un penalty es tan grandioso como derrotar a un potente remate de volea.

Quizás el delantero, por haber concretado la encarnación más pura del "Golazo". Ni regates infinitos ni rápidas paredes, donde esté un gol de volea en condiciones, que se quiten todos los demás.

Si no me cree, basta con verle la cara que trae el futbolista celebrando el gol. ¡Qué a gusto te has quedado, macho!

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