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domingo, 27 de noviembre de 2011

Gracías del Río (Un Pueblo con Poco de Ambas): El Embrujo de Las Vegas, Hogar de Putas.

A tres kilómetros de Gracia del Río, por la carretera provincial, hay un local de esos de luces de neón. La mayoría de los caballeros del pueblo, y más de una señora, lo frecuentan.

-¿Se viene de putas, padre?

-¡Hombre, eso ni se pregunta!

En efecto, don Cosme no pierde la oportunidad de hacer una visitita.

"El Embrujo de Las Vegas", así se llama. La idea fue de la propietaria, fundadora y directora-gerente del negocio, la señora María Dolores Burgoñón Sánchez, alias "La Lola", y no es ningún secreto que su inspiración fue una mezcla entre sus orígenes del Sur y el evocador y sugestivo nombre de una ciudad que sólo se conoce de las películas.

En "El Embrujo de Las Vegas" se bebe, se charla y se ríe. Teóricamente, también hay sexo por dinero, pero hace muchos años que la práctica cayó en desuso.

"Sí es que te lías a charlar, a charlar, charlar...y cuando te quieres dar cuenta, se te he hecho tarde y te tienes que volver", así explica la situación Marcial.

Ésa es la cuestión, que todas las chicas -"La Lola", la primera- son grandes conversadoras (y grandes oyentes): son comprensivas, son simpáticas, dan unos consejos estupendos...

Siguiendo con la teoría de Marcial, se supone que uno viene a estos sitios a desahogarse, y eso es lo que hacen todos. Le cuentas todos tus problemas a la señorita, y te quedas a gustísimo.

Don Cosme es de los que más disfrutan, especialmente de la chispeante y fluida conversación de "La Lola". Él dice que, al fin y al cabo, el Hijo del Jefe también frecuentaba la compañía de una prostituta.

Y es que "La Lola" es muy graciosa, en especial cuando comenta las noticas de la tele que siempre está encendida al fondo de la sala-


-¡Mire, padre Cosme, ¿cómo tiene esa muchacha el descaro de ir de blanco? ¡Pero si a esa boda no ha ido virgen ni el cura!

-¡Lola, qué cosas tienes!

En suma, que "El Embrujo de Las Vegas", más que una casa de putas, es todo un Hogar. Un sitio lleno de calor y comprensión. Y sin chulos, porque en Gracia del Río los chulos, simplemente, no son bienvenidos.

(Por cierto, lo que tampoco hay en Gracia del Río son psicólogos).

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