Visite cualquier patio de colegio a la hora del recreo de Primaria. Seguro que se están jugando dos o tres partidos simultáneos sobre el duro cemento del campo de fútbol sala. No es difícil adivinar a qué partido pertenece cada jugador, pues estarán todos arremolinados alrededor de su balón correspondiente. En otras palabras, impera la ley del más habilidoso: regateo hasta que consigo chutar a puerta o me la quitan. O sea, el imperio de los "regatones".
En el recreo de Secundaria, en panorama cambia un poquito, ya no están tan pegados, ya se ve algún que otro pase al compañero. Natural, su fútbol ha evolucionado y ya no depende tanto del "regatón" de turno.
Termine su visita contemplando a los mayores de Bachillerato. Estos ya llevan años entrenando, ya tienen un fútbol mucho más maduro, ya están bien separaditos, ya se pasan el balón lo más rápido posible, pues han asimilado que el fútbol es un deporte de equipo. El "regatón" no ha desaparecido, pero ha tenido que aprender a dosificar sus arranques de genialidad individualista.
El aficionado al fútbol también pasa por los mismos estadios (juego de palabras tan fácil como inevitable) y me atrevo a afirmar que aquellos que aprecian más a un regatón excepcional que a un equipo que mueve muy rápido el balón están todavía en el ciclo de Primaria de su formación como seguidores del fútbol. Son niños deslumbrados por las proezas del "regatón" de turno, con un paladar incapaz todavía de apreciar platos más delicados.
En resumen, que la próxima vez que califique a un gol como "genial", recuerde que igual es un calco exacto de otros miles de tantos que se marcan a diario en apasionantes duelos de patio entre 5ºA y 5ºB de Primaria.
El Fútbol -su belleza- es mucho más que regatear contrarios. El regate es una parte, no un todo; un medio, jamás un fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario