-Entonces, usted, su marido y su hijo, los tres trabajaban en la fábrica de Chopete.
-Sí, don Vicente.
-Y, ahora, los tres al paro y sin otra fuente de ingresos en el hogar.
-Sí, don Vicente.
-Mientras que ese canalla de Piñaceira se permitía hacer chistecitos sobre el pan de la familia de usted.
-Sí, don Vicente.
-Ya lo han oído, amigos. Las palabras de una honrada madre que se encuentra con toda su familia en la calle. Y el que tenía que luchar contra esta penosa situación, burlándose del asunto. No sé a ustedes, pero a mí me dan ganas de vomitar. ¿Habrá alguien..? ¿Habrá alguien tan absolutamente exento de dignidad, de moral, de principios, que sea capaz de darle su voto a Piñaceira? Bueno, sí, claro, él mismo. Mira, Piñaceirita, si tienes un mínimo de vergüenza, que es una cosa que no sabes lo que es, pero cuando quieras te lo explico, no te presentes a las elecciones, vete mejor al mismo carajo...Vamos con unos consejos publicitarios.
Espinosa sonrió mientras cambiaba de emisora en la radio de su coche. El hundimiento de Piñaceira iba viento en popa a toda vela. Ahora era el turno de que Álvaro Burquera entrara en escena. Habían estado toda la mañana ensayando, así que no debería de haber problemas.
-Don Álvaro Burquera, buenas tardes.
-Buenas tardes, don Eladio.
-Oiga, menuda se ha liado con su jefe y las fábricas de alimentos.
-Sí, la verdad es que es una situación lamentable, fruto de un desgraciado malentendido.
-¡Pero menuda malentendido!
-Es innegable, como también lo es que el presidente Piñaceira tiene el apoyo pleno del partido en general y el mío en particular.
-Pero ya se empieza a comentar que lo mejor para su partido es que Piñaceira renuncie a la candidatura y alguien con la imagen más limpia, menos quemado y más atractivo le suceda. Alguien...como usted.
-El liderazgo del presidente Piñaceira no está en entredicho. Él es nuestro candidato y el reitero que tiene el pleno apoyo de todos y cada uno de los militantes, empezando por mí.
-Pero si el señor Piñaceira decidiera no presentarse e hiciera falta un sustituto...
-Eso no son más que elucubraciones, don Eladio.
-Pero si eso sucediera...
-Entonces, ya se vería. Pero, de momento, no hace falta.
Espinosa sonrió de nuevo. Burquera había cantado la lección como el niño más aplicado de la clase. ¡Si hasta había pronunciado bien "elucubración", y eso que durante los ensayos no le terminaba de salir!. En fin, ¡cómo era lo de la política de los partidos respetables! En cualquier otro lado, la guerra se habría declarado abiertamente y se habría cortado sin miramientos la yugular electoral a Piñaceira. Pero a los adictos votantes de aquel partido les encantaba guardar las formas. Su partido no podía tener fisuras, ellos adoraban eso de un líder firme y carismático al que aplaudir y seguir. Y, por supuesto, en su partido no podía haber traidores, de eso sólo había en el de los otros. Ellos eran gente noble y leal.
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