Jorge Piñaceira no estaba para nadie, y mucho menos, para hacer declaraciones. Nunca abría el pico sin haber medido el largo y ancho de sus palabras, para cotejarlo después con sus asesores. Pero, ¿en qué asesores confiar? Estaba claro que la guerra civil por el poder en el partido, esa que llevaba meses latente o, como mucho, de guerrillas, se había declarado en serio. La primera víctima, el director de su gabinete de comunicación, ese cabronazo de Jonaseig. Era obvio que no le podían haber metido en todo ese embolado sin su complicidad, puesto que se había callado la noticia de lo de Chopete, que sin duda le habrían enviado al móvil a los segundos de producirse. De hecho, cuando le había comunicado el despido, la queja había sido puramente testimonial.
En fin, ya que estaba rodeado de traidores, lo mejor que podía hacer era pensar por si mismo y decidir. Lo primero, estaba claro, era congraciarse con esa gente de la fábrica. Tenía que hacer un gesto, una visita-bajada de pantalones, llegar como el Papá Noel de las promesas que jamás cumpliría y acallar la ira del monstruo. Sí, había que hacerlo y con urgencia.
-Jefe, pon a Garguela...-dijo la cabeza asomada de Perico Pinto, uno de sus últimos fieles.
-¡No jodas! ¿Ya está otra vez?
"¡Qué fácil es echar la culpa de tu incompetencia a otros, Piñaceirita! Despedir a ese pedazo de periodista que es Jordi Jonaseig, como si fuera culpa suya que tú seas un inútil. Pues escucha lo que nos ha proporcionado el propio Jordi, una grabación de tu visita a la fábrica de Lácteos Romera. Fíjense, amigos, lo que dice el impresentable de Piñaceirita: '¡Qué bueno está este queso, Azarías! No como los embutidos que hacen en Chopete, que son más malos, no me extraña que vayan a cerrar la fábrica!'"
-¡Será hijo de la grandísima ese Jonaseig!
-¡¿Pero cómo se te ocurre decir eso?!
-Jonaseig me dijo antes de la visita que le hiciera la pelota al Romera ese, que le dijera que sus productos eran mucho mejores que los de Chopete, que tenían pique. Obviamente, cuando solté esto, sólo estábamos el tal Azarías, Jonaseig y yo.
"En fin, Piñaceirita, que yo que tú, no me acercaba a menos de 100 kilómetros de los trabajadores de Chopeta. O mejor sí, y así les das una oportunidad de hacer un favor a toda esta región", continuó Garguela.
Por una vez, estaba claro que aquella raposa con cascos y micrófono tenía razón.
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