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viernes, 18 de marzo de 2011

Historias de un Colegio Imaginario que Jamás Existió: Educación Básica.

Pablito Bernal sabe observar la realidad, escuchar las opiniones ajenas, reflexionar sobre todo esto como quien cocina un guiso  y, por fin, sacar sus propias conclusiones.

José Luis Trestuestes a menudo se pregunta qué diablos hace ese niño en un colegio, pues ya ha aprendido todo lo realmente importante que la educación debería enseñar.

Los padres de Pablito Bernal son de los de antes, de ésos que hacen del cuidado detalle y las buenas formas un tesoro familiar. Y estas cosas suelen ser hereditarias.

Como cada año, Pablito Bernal recorre cada centímetro de los pasillos y rincones de su colegio, caja de bombones en mano. Es su cumpleaños, y le va el honor familiar en que todos los profesores del centro tengan la posibilidad de darse un pelotazo de chocolate a su salud.

Esa misma tarde, José Luis Trestuestes, que salía tarde como todos los días que se hace el firme propósito de irse a casa pronto, se encontró a Pablito Bernal sentado en su clase, con su caja de bombones sobre las rodillas.

Si no hubiera sido Pablito, habría dado por el hecho que se trataba de un castigo.

-¿Qué haces por aquí a estas horas, Pablito?

-Espero a las señoras de la limpieza.

-¿Y eso?

Pablito señaló sonriente su caja de bombones. José Luis Trestuestes también sonrió.

-¡Seguro que les va a hacer mucha ilusión, Pablito!

-Sí, me encanta ver sus caras.

-¡Eres un tío grande, Pablito!

-¿Sabes lo mejor de ser educado? ¡Que te hace sentir calorcito en el corazón y cosquillitas en el alma!

Sin duda, aquel sistema educativo producía niños como Pablito Bernal por la misma lógica natural que una ostra produce una perla.

-Por cierto, ¿quieres otro bombón? ¡Que no te he ofrecido!

-No, muchas gracias. ¡Qué luego me decís que tengo mucha barriga!

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