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sábado, 19 de marzo de 2011

Pobres Bajo el Silencio.

Si se van los pobres, nadie se apena más de lo necesario, al fin y al cabo, no dejan herencia. Solo si son medio millón de africanos o asiáticos los fallecidos, acaso nos dé por llorar, pero sin excesos. No más de lo imprescindible para amordazar a las conciencias del personal. 

Si se van los ricos, se calla o se chilla, dependiendo de las necesidades sociales del momento, de los dictados del testamento llamado a dictar los nombres de las personas agraciadas con varios pedacitos del sabroso pastel de oro y plata.

La moraleja es, obviamente, ésta: si deseas la atención de los demás, más te vale tener la billetera bien llena, dinero en el banco, acciones de la petrolera o, al menos, fértiles tierras en los campos castellanos;  y no nacer pobre en país rico, o, pero todavía, pobre en país pobre.

Los pobres no existen, son invisibles, lloran lágrimas sin sal, imploran a los oídos de las paredes, viven presentes carentes de mañanas, y mañanas despojadas de esperanza, caminan en espiral sin saber a dónde o la razón para hacerlo. Y todo ello, entre el frío y el granizo, despojados de techo donde encontrar asilo de ellos.

Con otras palabras, ser pobre es de las realidades más jodidas sobre la faz de la tierra. Odio, desprecio, lástima, caridad, incomprensión, o, simplemente, ser ignorado por los ojos sobre las caras de la gente respetable, mientras miran incómodos para otro lado. ¡Cómo has osado incomodarlos en esta feliz tarde de compras por las flamantes tiendas del centro peatonal!

A mí me encantaría no volver a ver personas pobres tiradas en las aceras en mi vida, ¿a ti no? Ignoro la identidad de la persona o personas capaces de poner fin a la pobreza (pero, ¡ojalá me los echara a la cara!), mas sospecho esto: no tienen las más mínimas ganas de arreglar el problema ¿Coincides conmigo?

¡Maldita pobreza!
La principal complicación de no usar la "u" es que te priva de algo tan vital como "que". Costó, costó, y el resultado no me termina de convencer...

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