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viernes, 7 de enero de 2011

El Día de los "Hijoputas" (y 7)

Todo estaba confuso al despertar, y además le dolía la cabeza y estaba inmovilizado. ¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba? Poco a poco, la visión se fue enfocando y los recuerdos volvieron a su mente.

Un hospital, aquello parecía un hospital...Le debían haber llevado después de la caída, de que ese cabrón de caballo lo tirara. ¿Cómo estaba? ¿Qué tenía roto?

Giró la cabeza lentamente. Una enfermera se acababa de percatar de que él había recobrado el conocimiento. Le sonrió.

-Bueno días, señor Folksky.

-¿Cómo estoy? ¿Qué me ha pasado?

-Tiene algún que otro hueso roto, pero se pondrá bien. Voy a avisar al doctor.

Se fijó con más detenimiento. Aquel sitio parecía muy lujoso. Sin duda, más de lo que su seguro profesional cubría. ¿Quién se haría cargo de la factura? ¡Se iba a tener que gastar la pasta del premio en eso!

Entró un señor de bata blanca.

-Hola, señor Folksky. ¿Cómo se encuentra?

-Jodido, doc.

El médico sonrió.

-Ha tenido suerte. Ese caballo podría haberle matado.

-¡Menudo mamón!

-He avisado a la señora Thomas. Me dijo que lo hiciera tan pronto como usted recobrara el conocimiento.

-¿Quién?

-La propietaria del caballo con que usted ganó en Belmont. Fue la que indicó que le trasladaran aquí, y la que se hará cargo de todos los gastos.

-¡Qué encanto!

-Es lo menos que puede hacer después de lo que usted hizo por su nieto.

-¿Por su nieto?

-Sí, claro, ya sabe...

El médico posó su dedo índice sobre sus sonrientes labios y salió por la puerta. Folksky no entendía nada.

-Fue un gesto precioso, si me permite que se le diga- remató la enfermera.

-¿El qué?

-Lo del dedo...La señora Thomas lo ha contado varias veces por la tele. Los compañeros de clase de su nieto Mortimer se meten con él porque es bajito. Usted se enteró y le prometió al niño antes de la carrera que iba a ganar para demostrar de lo que es capaz una persona baja, y que, cuando lo hiciera, iba a mandar callar a todos esos niños tan crueles.

Folksky no comprendía nada. Él jamás hizo o haría eso, no era su estilo. Sin embargo, la enfermera le miraba con admiración, al tiempo que enjugaba una lagrimita con su pañuelo.

Una cabeza asomó por la puerta. Era otra enfermera.

-¡Los chicos de los medios se han enterado de que el señor Folksky está consciente y quieren hacerle una entrevista!

-¿A mí?

-Diles que no podrá ser hasta que el doctor dé su consentimiento, Sally-respondió la enfermera.

-¿Me quieren entrevistar...a mí?

-Pues claro, ¡es usted un héroe americano!

En ese momento, se volvió a abrir la puerta y la señora Thomas hizo acto de presencia.

-¿Cómo estamos, amigo?

-Bien, algo dolorido, pero bien.

-Estupendo. Recupérese rápido, que hay que montar a "In Cold Blood".

Greg Folksky miró fíjamente a los ojos a la anciana.

-Señora Thomas...Me han contado una historia sobre algo que le dije a su nieto y...

-Calle y descanse-le dijo mientras le besaba cariñosa en la mejilla, momento que aprovechó para acercar su boca a la oreja del jockey.

-Pero como montes otro numerito como el de Belmont, te capo, cabrón. Lo último que quiero es mala publicidad asociada a mi nombre-le susurró.

Dicho lo cual, la señora Thomas sonrió a la enfermera y se fue por donde había venido.

Greg Folksky cerró los ojos y saboreó el momento. Después de toda una vida siendo el malo de la película, parecía que, sin proponérselo y por pura casualidad, ahora le tocaba ser el héroe. Esbozó una sonrisa limpia y feliz, y le gustó la sensación. Debería hacerlo más a menudo.

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