Al mozo no le faltaba razón, estaba claro que a ese bicho no le hacía ni pizca de gracia que se le subiera un tío encima. Folksky se dirigió en completo anonimato hacia la salida. Todas las miradas, todos los flashes, todos los ánimos eran para el niño bonito de Brighton y el caballo ese de los esquimales. El hipódromo en plena de Belmont estaba obsesionado con la maldita "Triple Corona", y al resto de los jockeys les tocaba hacer de malos de la película. Folksky no tenía problema con eso, estaba acostumbrado.
Lo tenía bien claro, no le iba a regalar la gloria al "niño bonito". ¿Podría derrotar ese saco de mala leche al "esquimal"? No cabía duda de que potencia tenía de sobra, ya lo había demostrado. Pero, ¿le daría la gana? En pocos minutos se vería. Y, de todos modos, un segundo o un tercerito tampoco estaban mal. El caso es sacar pasta del tema.
Los Thomas en pleno estaban en el palco de propietarios de Belmont. La matriarca Mildred, su hijo Morty, su nuera Sally y el pequeño Mortimer W. Thomas III. El más emocionado era el chaval. Al principio se llevó una pequeña desilusión porque a su caballito no lo montaba Charlie Bright, pero se le pasó (¡qué rápido se les pasan las tragedias a los niños pequeños!) No obstante, su mamá ya le había prevenido de que, a lo peor, su caballo no entraba el primero. Mortimer, en profunda reflexión infantil, replicó: "Consuélame después de perder, no antes".
No muy lejos de los Thomas estaba Troy Dungens. Había matriculado a un caballo propio en la carrera , "Sunset Upset". No tenía la más mínima posibilidad (100-1 en las apuestas), y de hecho, su principal objetivo no era ganar: el jockey Roscoe Hill había recibido la secreta instrucción de estorbar a "Amarok" todo lo posible, pero sin que se notara. Hill era especialista en eso. A menudo hay tanta satisfacción hay en la derrota ajena como en la propia victoria. Y hay veces que más.
Lou Parker también andaba por el hipódromo de Belmont, no tanto por la carrera o la "Triple Corona", sino para ver perder a "In Cold Blood" y restregárselo por la cara a la dichosa vieja. Lo dicho, la gente que no puede ganar se consuela viendo cómo otros pierden.
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