Charlie Brighton era el perfecto chico americano. El pelo -rubio- siempre en orden, los ojos -azules- siempre chispeantes, la sonrisa -blanca- encantadora. El prototípico capitán de un equipo universitario de fútbol, si no fuera porque ya pasaba de los treinta y era jockey.
América amaba a Charlie Brighton. Ganaba como nadie, perdía como pocos. En el primero de los casos, llegaba al círculo de ganadores entre vítores con la sonrisa desplegada y acariciando al caballo, y en el segundo, ponía cara de niño bueno resignado y se encogía de hombros con una tímida sonrisa.
Charlie Brighton nunca estaba triste, Charlie Brighton nunca se enfadada. Charlie Brighton siempre era amable con la prensa, Charlie Brighton nunca le negaba un autógrafo a un admirador.
Charlie Brighton salía mucho por televisión. En los programas de entrevistas, provocaba más carcajadas que los cómicos y más ternura que los misioneros. Luego, en la pausa publicitaria, le vendía un seguro de automóvil al papá, cereales al hijo, y a la mamá le causaba un sofoco clandestino con su celebrado anuncio de champú anti-caspa ("Los 165 centímetros más sexies del universo", dijo de él la revista "Cosmopolitan"). Para colmo, ciertas declaraciones, bastante subidas de tono, de su ex-novia, la modelo Cindy Travis, no hicieron sino acrecentar la leyenda.
Así que, ya ve, Charles W. Brighton jamás consintió que ser bajito se interpusiera en su camino.
¿Adivina quién montó a "Amarok" en el "Derby" y el "Preakness", y quién estaba previsto que lo guiará a la "Triple Corona" en Belmont?
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